Epílogo

Por mí no has de sufrir;
no te debes angustiar.
Ya se agotó mi existir;
es mi hora de marchar.

El lugar adonde voy
estará lleno de paz;
es mejor que en el que estoy,
y obtendré la libertad.

Seré espíritu libre
que cabalga sobre el viento,
como un jinete invisible
que va camino del cielo.

Seré rocío que arrope
a una flor de madrugada.
Seré el viento que azote
la cima de una montaña.

Seré la luna que brille
en la noche más oscura.
Seré la estrella que guíe
el vuelo de una lechuza.

Por mí no has de sufrir;
no te debes angustiar.
Ya se agotó mi existir;
es hora ya de marchar.

Es Hora de Partir

Es hora ya de partir.
Nada debe preparar.
Al lugar donde ha de ir
nada se podrá llevar.

Vuelve la vista y contempla
todos los años vividos.
Lágrimas dan buena cuenta
de todo lo ya perdido.

Cubre la nieve su pelo,
antaño negro carbón.
Cubre sus ojos un velo
que le nubla la visión.

Son de cristal sus huesos,
frágiles como el coral,
soportando todo el peso
arrojado por la edad.

Es la hora del ocaso.
Ya no hay ganas de vivir.
Y sin que tiemble su paso,
es hora ya de partir.